Cuba a favor de la paz mundial

Tuesday, August 01, 2006

Una solucion práctica todavía sería posible.
El terror fue siempre instrumento de los peores enemigos de la humanidad para aplastar y reprimir la lucha de los pueblos por su liberación. No puede ser nunca instrumento de una causa verdaderamente noble y justa. A lo largo de la historia, casi todas las acciones por alcanzar la independencia nacional, incluidas las del pueblo norteamericano, se llevaron a cabo mediante el empleo de las armas, y nadie cuestionó ni podría cuestionar jamás ese derecho. Pero el empleo intencionado de las armas para matar a personas inocentes como método de lucha es absolutamente condenable y debe ser erradicado como algo indigno e inhumano, tan repugnante como el terrorismo histórico de los estados opresores. En la actual crisis, a pesar de las posibilidades reales de erradicar el terrorismo sin guerra, el obstáculo fundamental es que los principales dirigentes políticos y militares de Estados Unidos no quieren escuchar una palabra que descarte el empleo de las armas y busque una solución verdadera y efectiva al preocupante problema, sin tener en cuenta que sería sumamente honroso para el pueblo norteamericano alcanzarlo sin derramar una gota de sangre. Los que toman las decisiones sólo apuestan a las acciones bélicas. Han asociado honor y guerra. Algunos hablan del empleo de armas nucleares cual si fuese algo tan sencillo como tomarse un vaso de agua; otros afirman que usarán tácticas de guerra de guerrillas con fuerzas especiales; alguien incluso filosofó sobre el uso de la mentira como arma, aunque no faltan los que se expresan con más racionalidad y sentido común, todos dentro de la línea de la guerra. No abundan la objetividad y la sangre fría. En muchos ciudadanos se ha sembrado la idea de fórmulas únicamente bélicas, sin que importen las pérdidas de vidas norteamericanas. Es difícil sacar la conclusión de que hayan adoptado ya la estrategia y táctica definitivas de lucha contra un país cuya infraestructura de comunicaciones, tecnología y condiciones materiales no parecen haber salido todavía de la edad de piedra. ¿Tácticas guerrilleras con escuadras de portaaviones, acorazados, cruceros y submarinos en un país que no tiene costas? ¿Por qué enviar además decenas de bombarderos B-1 y B-52, centenares de modernos aviones de combate, miles de misiles y otras armas estratégicas? ¿Contra qué dispararán? Mientras tanto, en el resto del mundo reinan la confusión y el pánico, sin que falten oportunismos, conveniencias e intereses nacionales. Hay quienes han hecho trizas su honor. Fruto del desconcierto inicial, se aprecia un extraño y generalizado instinto de avestruz, sin que existan ni siquiera huecos donde esconder las cabezas. Muchos parecen no haberse dado cuenta todavía de que el 20 de septiembre fue decretado ante el Congreso de Estados Unidos el fin de la independencia de los demás estados sin excepción alguna y el cese de las funciones de la Organización de las Naciones Unidas. Nadie se haga, sin embargo, la ilusión de que los pueblos y muchos dirigentes políticos honestos dejarán de reaccionar tan pronto las acciones de guerra sean una realidad y sus horribles imágenes comiencen a conocerse. Estas ocuparán entonces el espacio de las tristes e impactantes imágenes de lo ocurrido en Nueva York, cuyo olvido ocasionaría un daño irreparable al sentimiento de solidaridad con el pueblo norteamericano, que hoy constituye un factor fundamental para liquidar el fenómeno del terrorismo sin necesidad de guerras de imprevisibles consecuencias y sin la muerte de un número incalculable de personas inocentes. Ya se observan las primeras víctimas: millones de personas huyendo de la guerra, imágenes de niños cadavéricos que conmoverán al mundo sin que nada pueda impedir su divulgación.

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